Una de las situaciones más paradójicas que recuerdo fue la vivida por el actor Christopher Reeve, quien se hizo famoso encarnando el papel de Superman en los años 80, y luego en 1995 sufrió un accidente que lo dejó parapléjico. Pero me pareció aún más importante y conmovedor lo que leí acerca de él estos días.
En el libro que estoy leyendo, El arte de la Felicidad, escrito por el Dalai Lama y por Howard C. Cutler, se menciona el caso de Christopher Reeve para recordarnos que la felicidad tiene más relación con un estado mental que con nuestro entorno y las circunstancias que nos acontecen. En una ocasión, un entrevistador le preguntó a Reeve como lidió con la depresión luego de sufrir un accidente con tan catastróficas consecuencias, Reeve confidenció que inicialmente pasó un período de absoluta desolación en la unidad de cuidados intensivos. Luego, ese sentimiento pasó relativamente rápido y pasó a considerarse una persona afortunada. Tuvo que aprender a lidiar con la envidia que le provocaba cuando alguien decía "voy a subir volando las escaleraspara buscar ese documento". En sus palabras: "..me dí cuenta que la única manera de continuar la vida es valorar lo que tienes, mirar lo que aún puedes hacer; en mi caso, afortunadamente no tuve daño cerebral así que aún tengo una mente que puedo usar".
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